(fotografía de Jeremy Keith, 2011)

Voy a hacer algunas reflexiones sobre Seguridad Vial apoyándome en dos enseñanzas importantes que nos ha dejado la pandemia que vivimos.

  1. Las grandes instituciones pueden equivocarse y les cuesta rectificar cuando lo hacen, generando así consecuencias difíciles de corregir a posteriori. Como caso notorio tenemos a la Organización Mundial de la Salud. Sus posicionamientos oficiales han sido, en ocasiones, contrarios al consenso científico internacional, generando protocolos y gastos que hoy se consideran de mínimo impacto pero que siguen vigentes en numerosas instituciones.
  2. La ciudadanía sabe organizarse y conseguir lo inimaginable. Por ejemplo, en un momento socialmente agónico, una proliferación de “makers” demostró su capacidad para trabajar coordinadamente, con mínima o nula estructura jurídica, concentrándose únicamente en resolver los problemas más acuciantes en aquel momento. También puedo citar -como experiencia personal- la de un foro científico-técnico, «Aireamos», del que tengo el honor de ser miembro y en el que, como los «makers», trabajamos coordinados y sin ninguna estructura jurídica con el objetivo de recabar el conocimiento que se genera a nivel internacional para compartirlo y buscar las mejores formas de trasladarlo a nuestra Sociedad, intentando contribuir así a la lucha contra la pandemia. De este foro surgió una reciente carta que tuvo como firmantes a un centenar de científicos, muchos de ellos de renombre internacional, que sirvió para que se empezara a reconocer con naturalidad la importante vía de contagio por aerosoles de la Covid-19.

Los accidentes de tráfico son otra forma de pandemia que revela idénticas formas de actuar desde las grandes instituciones. Así, y en relación con nuestra seguridad vial, vemos durante los últimos meses que se toman determinadas decisiones políticas que se presentan como incuestionables por el mero hecho de encontrar su origen en pronunciamientos de instituciones internacionales, como la OMS o la Unión Europea. Estas instituciones, al igual que con la Covid-19, también en materia de Seguridad Vial han realizado en algún momento posicionamientos que han dejado sin habla a científicos, técnicos y especialistas de todo el planeta, pero que luego no han sido corregidos.

Pero la Seguridad Vial encuentra problemas añadidos en una Sociedad que se especializa a pasos de gigante y que clama por el trabajo transversal como forma de generar más conocimiento y transformarlo más rápidamente en un beneficio real para los ciudadanos. La Seguridad Vial no ha entendido que ha desaparecido la figura del «sabio» en su concepción popular. Hoy, el «sabio» y el «experto» lo son en materias muy específicas y el concepto de la especialización está ya bien asimilado por el ciudadano en relación con algunas profesiones. Así, un ingeniero debe matizar si lo es de caminos, industrial, aeronáutico,… y, de la misma forma, un médico debe especificar si su especialidad es la traumatología, la dermatología o la neurología. Pero esto que parece tan natural, es difícil de trasladar a la Seguridad Vial.

Poca colaboración se encuentra en unas grandes instituciones públicas que son las primeras en amparar el concepto del «experto en Seguridad Vial» o, lo que es equivalente, en promover la idea de que una única persona puede, ella sola, aglutinar el más avanzado conocimiento sobre todas las disciplinas que contribuyen a mejorar la Seguridad Vial. Incluso, yendo más allá en este sinsentido, el reconocimiento está ya ampliado y se reconoce la figura del «experto en Seguridad Vial y Movilidad Sostenible». Es difícil de entender el porqué de esta anacronía, pero a nadie se le escapa que este proceso puede llevar a una progresiva reducción de la cantidad y -sobre todo- calidad del conocimiento requerido para convertir a una persona en «experta».

Ante este panorama, todos los científicos, técnicos y profesionales que trabajamos en materias que contribuyen a mejorar la Seguridad Vial –desde la medicina de emergencias a la formación de conductores, o desde el trabajo policial a la ingeniería de carreteras- deberíamos reflexionar sobre si ha llegado ya el momento de, sin necesidad de estructuras jurídicas, imitar modelos de éxito y empezar a coordinarnos para parar este proceso. Dicho de otra forma, debemos preguntarnos si ha llegado el momento de que unos «makers» de la Seguridad Vial empecemos a coordinar nuestras estrechas parcelas de conocimiento en pro de ese bien superior que es la mejora de la Seguridad Vial.

Los técnicos no tenemos nada que objetar a las decisiones políticas relacionadas con la Seguridad Vial, pero no debemos aceptar que Ciencia y Tecnología sean utilizadas de forma torticera para justificar decisiones cuya base es estrictamente política.