Alguien que alaba la gestión del actual director de la DGT -atribuyéndole la virtud de salvar de la muerte a miles de personas cada año- me interpela así: «Dime a cuantas personas has salvado tú la vida con tus medidas».

Me da la impresión de que realmente no le importa mucho saberlo, pero el desagradable comentario me anima a comentar algunas cosas sobre quienes frívolamente se arrogan el don de salvar vidas.

Hoy día, hay muchos «no-accidentes» y «quasi-accidentes», algo así como situaciones de riesgo en las que, gracias a la inteligencia adaptativa del conductor y -muy especialmente- a la evolución tecnológica de carreteras y vehículos, el accidente no llega a producirse.

También, cada día, se producen accidentes de gran violencia que, gracias al estado actual de la técnica, quedan en una colisión sin heridos ni fallecidos (esto también es un no-accidente porque al no haber víctimas no saldrá en las estadísticas de siniestralidad).

Otros accidentes terminan peor, tal como las brutales colisiones que producen solo heridos gracias a que airbags, pretensores, limitadores de carga, cinturones de seguridad, diseño estructural, barreras de seguridad y, cómo no, gran labor de los servicios de emergencias, todos ellos desempeñaron una impecable función. En todos estos casos, ¿quién habrá salvado la vida a las personas afectadas?

Hay también otro grupo de accidentes en los que las consecuencias son las peores y aparecen las víctimas mortales, tal y como puede ocurrir en esa curva llena de baches y gravilla que provoca la caída de una motocicleta y el subsecuente impacto del conductor contra un poste de un guardarraíl desprovisto de sistema de protección de motociclistas. ¿Quién será el responsable de esa muerte?

Sabéis perfectamente la respuesta a esas preguntas. La salvación de las vidas se las atribuirá la Dirección General de Tráfico presumiendo de la excelente gestión de su director, pero la muerte solo será atribuida a la irresponsabilidad del usuario por circular con velocidad inadecuada.

Pero un director de la DGT no salva ninguna vida, sino que bajo su gestión se pierden más o menos vidas. Sería justo que, si un director de DGT se viera incapaz para corregir la situación, se marchara y dejara paso a profesionales capaces. Nadie está condenado a muerte y, por tanto, nadie debe ser salvado. Solo debe ocurrir que el Estado cumpla su obligación de velar por nuestra seguridad vial evitando muertes que nunca deberían producirse.

Y ahora voy a lo de la interpelación… Vamos a ver, como consecuencia de mi gestión profesional no se mata nadie en accidentes de tráfico, o no soy consciente de ello. Si eso ocurriera, me preocuparía mucho. Una sola muerte bajo mi responsabilidad y no podría dormir ni celebrar éxitos de ningún tipo.

Desde que inicié mi labor profesional he trabajado en cientos de proyectos con los principales fabricantes de vehículos de turismo de toda Europa, y también camiones, trenes, barcos, guardarraíles, protección de motociclistas, sistemas de retención infantil,... Algunos de esos proyectos han sido grandes proyectos nacionales y europeos en los que hemos asumido importantes responsabilidades. En casi todos ellos, nuestras contribuciones estaban relacionadas con la seguridad pasiva, es decir, con la protección de la integridad física de las personas en caso de producirse un accidente.

Pero la cuestión era «dime a cuántas personas has salvado tú» y voy a ello. Mi trabajo se materializa en contribuciones muy concretas dentro de vehículos u otros sistemas relacionados con el transporte. Somos parte de equipos en los que los nombres propios no importan. Solo importan los resultados, las buenas ideas y las ganas de emprender nuevos proyectos. Pero sí que pienso que quizás en alguno de esos accidentes en los que no hubo muertos, quizás en alguno de ellos, alguna contribución pudimos tener y eso –personalmente- es el gran motor que me lleva a seguir trabajando sin prestar atención a todo aquello que no sirva para construir y avanzar.

Entonces, ¿he salvado vidas? No lo considero así. Como mucho, pienso que he contribuido a evitar que alguna vida se haya perdido en este sistema que no garantiza la seguridad de los ciudadanos. Pero, insisto, esto no es salvar vidas porque la hipótesis de partida debe ser que hay que garantizar la seguridad, sin que nadie muera y siendo cada muerte un fracaso. Esta es la realidad que tenemos: «bajo el mando del gestor se producen muertes, no se salvan vidas». En cualquier caso, mi labor es una gota de agua en el océano de la seguridad vial. Pero resulta curioso que en ese océano en el que te cruzas con ingenieros de todas las especialidades, pedagogos, psicólogos, médicos de urgencias, juristas,… me he encontrado a muchísimas personas que, como yo mismo, se lamentaban de las vidas perdidas, pero nunca, absolutamente nunca, he visto a nadie exhibirse como «salvador» de una sola vida.

Reflexionemos. ¿Qué deberíamos preguntarle a cada uno de los sucesivos directores de la DGT?... «¿Cuántas vidas ha salvado usted?»… o quizás «¿Cuántas muertes se han producido bajo su mandato?»

En fin, por algún extraño motivo, me viene ahora a la cabeza la fórmula de nombramiento de los reyes en Aragón: «Nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos,…»