Gestionando ya los últimos flecos para que mi libro «Accidentes de tráfico: los errores en la investigación» (180 páginas más apéndices) salga a la venta, y a la vista de que son muchas las personas que me han escrito manifestándome su deseo de adquirirlo, creo que es justo aclarar algunos aspectos sobre su contenido, de forma que nadie corra el riesgo de encontrarse con unas temáticas alejadas de sus expectativas.

En primer lugar, me gustaría aclarar que se trata de un libro escrito para avanzar, para mejorar, para ayudar a construir esa sociedad moderna en la que la técnica permita incrementar la protección jurídica del ciudadano. Y también me gustaría aclarar que es un libro escrito con el mayor reconocimiento a quienes están a nuestro permanente servicio en carreteras y calles. Así se lo agradecí en las primeras páginas:

«Todo mi agradecimiento a los integrantes de las distintas policías judiciales de tráfico preocupados por mejorar su formación y su profesión, muy especialmente a los miembros de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, en la que me precio de tener grandes amigos. Cambiar determinados hábitos e inercias profesionales no es tarea fácil y, pese a ello, muchos integrantes de cuerpos de policía judicial lo siguen intentando. Eso tiene un gran mérito que debemos saber reconocer.»

A grandes rasgos, en el libro, se explican los dos muy diferentes enfoques con los que se puede realizar la investigación de los accidentes de tráfico. El enfoque técnico solo busca conocer las causas de los accidentes para, a partir de ellas, formular todas las recomendaciones que sirvan para evitar nuevos accidentes. Es un enfoque orientado exclusivamente a la mejora de la seguridad, sin entrar a buscar responsabilidades de personas o instituciones. Por su parte, el enfoque policial se centra en el auxilio al juez, proporcionándole toda la información que le  pueda ser útil para atribuir y cuantificar las posibles responsabilidades.

A partir de aquí, podemos decir que equivocarse es de humanos. En este tipo de trabajo todos nos hemos equivocado alguna vez y seguiremos haciéndolo a lo largo de nuestras vidas, pero no pasa nada por equivocarse, siempre y cuando haya voluntad de corregir nuestros errores.

En el libro, trato de sensibilizar sobre el gran perjuicio que se causa a los ciudadanos cuando los informes policiales sobre accidentes de tráfico no son realizados con la corrección debida y, pese a ello, son utilizados por los jueces -también los fiscales- como sustento, o aval, de sus trascendentes decisiones. También intento alertar de la falta de protocolos de obligado cumplimiento para la detección y esclarecimiento del error policial cuando éste se produce, percibiendo que será difícil avanzar en la solución de ese problema cuando existe -en algunos cuerpos policiales- un vehemente rechazo a aceptar que pueden producirse errores en sus investigaciones.

Por ello, el libro está escrito pensando, principalmente, en jueces, fiscales, abogados, agentes de policía judicial y técnicos que elaboran informes sobre accidentes de tráfico con distinto alcance y nivel de profundidad, ya que a todos ellos -de una u otra forma- atañe el problema de fondo que se intenta desgranar. No obstante, los estudiosos de la seguridad vial en general también pueden encontrar contenidos que les pueden resultar novedodos por lo poco que se habla de ellos abiertamente en foros generales.

Debo decir que hacía mucho tiempo que me apetecía escribir sobre este tema, pero me disuadía la idea de tener que soportar de nuevo las habituales descalificaciones personales a las que me tengo que enfrentar cada vez que abordo este problerma. Pero la vida es imprevisible y, sin esperarlo, llegó ese día en el que me llamó un agente de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil para contarme que un guardia civil había escrito un libro en el que mi nombre aparecía, ni más ni menos, en el segundo párrafo del primer capítulo. Las «amables» palabras que me dedicó su autor -Alfonso García Rodríguez- decían así:

«Al igual que ocurre en muchas facetas de la actividad profesional, podemos encontrar diferentes colectivos que intentan apropiarse con carácter de exclusividad una determinada parcela de la ciencia. Podemos citar el caso del Dr. Juan José Alba, que tras intervenir como perito de parte en el mediático siniestro protagonizado por el torero “Ortega Cano”, en el que la Audiencia Provincial de Sevilla, dio mayor credibilidad al informe de la Guardia Civil, que a su informe, se dedica a tratar de cuestionar las labores de reconstrucción de siniestros por parte de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, defendiendo con vehemencia que la reconstrucción de siniestros sea tarea exclusiva de “Ingenieros dependientes de la Administración de Justicia”.

Basta leer un fragmento de la precitada Sentencia de la A.P. de Sevilla ... para vislumbrar motivos espurios y revanchistas en ese tipo de afirmaciones

Es entonces cuando uno se da cuenta de que nunca se debe abandonar la obligación moral de trabajar por mejorar nuestra sociedad porque, si abandonamos, la intoxicación que se genera impide arrojar luz sobre determinados problemas y carencias. Ése es el día en el que uno se dice «¡a escribir!» … y así me puse a trabajar en este cometido que me ha llevado más de un año.

En el libro desarrollo un primer bloque de base divulgativa y documental, que puede ser seguido por una audiencia muy general, con contenidos narrativos en los que no se abordan cuestiones de cálculo. En este bloque se comentan algunos accidentes reales en los que el error hizo acto de presencia y se repasan algunos aspectos que deberían ser corregidos de inmediato... aspectos referidos no solo a aptitudes, sino también a actitudes.

Un segundo bloque viene a corroborar cómo muchos de los aspectos enunciados en el primer bloque estuvieron muy presentes en todo lo que aconteció -jurídica y técnicamente- en torno a ese accidente, al que me referiré como «caso Ortega Cano», del que nada tengo que valorar jurídcamente, pero del que sí puedo decir alguna cosa técnicamente. En ese apartado analizo y valoro los cálculos realizados por la que se autoidentifica como élite de la investigación de accidentes de tráfico en España -el ERAT de la Guardia Civil- así como sus argumentaciones y explicaciones expresadas en sede judicial. Creo que un trabajo de estas características -en el que yo también me puedo equivocar- será muy útil para que todos los miembros de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil y de otros cuerpos de policía judicial puedan disponer de distintos materiales técnicos para su contraste. También jueces y fiscales pueden reflexionar sobre la forma -aptitudes y actitudes- en la que trabajaron sus colegas. Insisto en que nada cuestiono sobre el alcance de la sentencia por no ser mi cometido, pero este «caso Ortega Cano» sí que puede ser muy ilustrativo sobre la forma en la que se realizan las valoraciones legales de los trabajos técnicos.

Mis conclusiones se centran en recordar que equivocarse no es el problema grave. El problema grave es que nuestra sociedad sigue renunciando a establecer mecanismos para la detección y corrección de los errores técnicos en el trabajo policial, pese a que se dispone de un amplio conocimiento científico-técnico que se rechaza poner al servicio del ciudadano.

Si tú, potencial lector, crees que un libro con estos contenidos y motivaciones puede ser de tu interés, entonces sí que te animo a leerlo y, sobre todo, a que formes tu propio juicio crítico. Por mi parte, estaré a tu disposición para comentar cualquier aspecto que consideres oportuno.